LEY DE LENGUAS ARAGONESAS

2008

2008 09 21 La Ley de Lenguas Aragonesas


La pretensión de oficializar la “llengua dels paisos catalans” en las comarcas aragonesas rayanas con Cataluña resulta ser algo similar a ese vano intento que en los primeros años de la postguerra civil del 36 trató de hacer hablar a los catalanes la “lengua del Imperio”, si bien en aquel entonces tamaño desafuero se llevó a cabo con la cara descubierta y el arma al cinto y ahora, en cambio, el amparo de una presumible Ley prestará cobertura al rostro de sus actores y el efecto coactivo del arma al cinto se mantendrá con el dinero que desde instancias barcelonesas se hace llegar a esas comarcar para subvencionar actividades culturales de cariz catalanista.
Poco cabría objetar al Proyecto de Ley de Lenguas Aragonesas si la querencia de la población afectada fuera favorable a su inclusión en el área “dels paisos catalans”, pero su deseo no es ése, sino el de seguir siendo culturalmente tan aragoneses como aragonesa es la lengua mamada en los pechos de sus madres. Y si alguien pone en duda la vocación aragonesa de esas comarcas pues que consulte a sus coterráneos y comprobará que ninguno o casi ninguno de ellos está dispuesto a perder seña alguna de su identidad regional.

Por otro lado, y aun a pesar de quienes crean problemas allí donde no los hay según sucede definiendo el catalán como lengua propia de Aragón, las relaciones de vecindad mantenidas entre catalanes y aragoneses colindantes han sido de siempre respetuosas con todo aquello que pertenece a cada cual hasta el punto de que tiempo atrás, no ha mucho, un alcalde leridano -el de Almacellas- vetó en su municipio la presentación de un libro sobre el Canal de Aragón y Cataluña porque estaba escrito en literano y no en catalán, mostrando con este veto no tanto un rechazo a la lengua de sus vecinos como un singular prurito por mantener el hecho diferencial de la suya.
Del mismo modo y llegando el caso no resultaría ocioso añadir a cuantos argumentos se oponen a la intrusión del catalán en nuestros lares, los axiomas asumidos por quien probablemente fuera el primer Consejero del gobierno autóctono propicio a catalanizar el fragatí y el resto de lenguas vernáculas afines al suscribir que “las lenguas son de los hablantes” y que “la defensa de una lengua es la defensa de los derechos de los hablantes” (El Periódico, 5 de julio 2008).

Y consideración análoga merecen, asimismo, las palabras del actual Presidente de Aragón impresas en el prólogo de una edición del Vidal Mayor (I.E.A., abril, 1989) en donde, haciendo gala de una exquisita sensibilidad, el primer ciudadano aragonés confiesa que “...un escalofrío súbito recorre nuestro dorso al contemplar su traducción romanceada...”, traducción romanceada, dicho al paso, vertida del latín a una lengua román que más o menos evolucionada es la que desde hace siglos se viene hablando en La Litera y en otras comarcas de Aragón y que, malhadadamente, se pretende normalizar (!) encorsetándola en gramáticas extrañas.

Mariano RAMÓN

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